Apolo 11: Aterrizando en la Alfombra Roja

En este quincuagésimo aniversario de la caminata lunar, pensamos que sería divertido comparar las impresiones de dos niños en ese día hace medio siglo. La semana pasada compartimos la memoria de la caminata lunar de nuestro Director Ejecutivo, la perspectiva de un niño de cinco años en Oklahoma en el 1969. Esta semana, le preguntamos a nuestro Director de Teatro Latino, Jesús Castaños Chima, que escribiera su memoria de ese mismo día, de su perspectiva joven en México en el 1969.

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por Jesús Castaños-Chima

Ese día sería inolvidable para todos en mi grupo de la escuela primaria. Cursábamos el segundo grado y esa mañana nos llevarían el cine Diana para ver el aterrizaje del Apolo 11 en la luna. No estoy seguro si fue en vivo o pre-grabado pero en ese momento era lo que menos nos importaba. Para muchos de nosotros era la primera ocasión en que visitábamos un cine. Nuestra escuela pertenecía a uno de los barrios pobres de la ciudad, con calles de terracería y habitados en su mayoría por gente recién llegada de los pueblos de la sierra y de la costa. Las casas eran sencillas de techos de lámina y piso de tierra que carecían de los principales servicios.

Así que aquel magno acontecimiento quedaría grabado en nuestra memoria por diferentes razones. Tomados de la mano, niños y niñas, abordamos el viejo autobús que nos llevaría en aquella excitante excursión. Llegamos mucho antes y rápidamente los maestros nos acomodaron en las butacas pero nuestra excitación era tanta que no se daban a basto tratando de mantenernos en nuestros lugares. Eran tantas las novedades que difícilmente podíamos contenernos: un edificio imponente, el aire acondicionado, las butacas acojinadas, las palomitas de maíz y las sodas con popote, la gran alfombra roja, la inmensa pantalla blanca como la leche con aquellas hermosas y largas cortinas también rojas a los costados. Demasiadas cosas para absorberlas en tan poco tiempo por nuestras mentes vírgenes. Pero lo que más nos volvió locos fue la impresionante alfombra roja que recorrimos por todos los rincones como animalitos en el campo. Muchos de nosotros nunca habíamos visto carpeta.

Por fin llegó el momento de presenciar el histórico acontecimiento. Las luces se apagaron y empezaron los comerciales que antecedían a la presentación. Por un momento todos quedamos hipnotizados por las espectaculares imágenes pero luego de un rato, aprovechando la oscuridad, la mayoría de nosotros retomamos las correrías por la alfombra que como un mágico imán nos atraía. Algunos de nosotros sin ningún recato, nos subimos al estrado al pie de la gran pantalla durante la función y desde ahí nos lanzábamos sobre la majestuosa alfombra. Los maestros y el personal del cine, como pulpos, trataban inútilmente de controlarnos. El único momento en que estuve quieto y atento a lo que sucedía en la pantalla fue cuando Neil Armstrong empezó a caminar sobre la superficie lunar.

Recuerdo haber salido del cine junto a mis amiguitos, caminando como astronautas aunque en mis sueños algunas veces las imágenes se me confunden y veo al Apolo 11 aterrizando sobre una infinita alfombra roja y yo era él que daba los primeros pasos sobre ella, vestido de astronauta y atrás mío, todos mis amiguitos saltando en bomba desde la nave sobre aquel maravilloso mar escarlata. Quizá en aquel momento no comprendí lo que representaba para la humanidad la grandeza de aquellos primeros pequeños pasos pero la imagen de ese ser humano extraordinario dando los primeros pasos sobre la luna, fue más que suficiente para quedarse tatuada en mi cabeza por el resto de mi vida.

Jesús Castaños-Chima