Theatre Ghosts
In May we lost another friend of LA theatre; Romanian director Florinel Fatulescu. Deb and I have known Florinel and his wife and partner Rodica for a couple of decades through our friend Alan Goodson, who was in one of 24th Street’s first shows, The Music of Magdalena Bay. We’ve shared many meals with Florinel and Rodica at Alan’s house over these years. And we’ve seen several of Florinel’s plays.
Florinel was an expert in theatre of the absurd. Eastern European works with huge casts were his specialty. And he made them work with inspired physical theatre and clowning. And with his vast experience in that part of the world which takes theatre so seriously. He was a serious guy, until you got to know him. Then you could see the boyish enthusiasm that hid behind his stoic Eastern European demeanor.
Florinel’s funeral was in May, but we had an afterschool class final performance that afternoon. Deb thought it important to go to Florinel’s funeral, so I held down the fort that day and she attended. She told me about the releasing of Doves and how everybody put on a red clown nose to honor his expertise in clowning. Debbie was quite impressed with the sweetness of it all.
Rodica surprised us the next weekend when she came to see our show, La Razón Blindada. She looked strong. Fundamentally strong. I knew she was going to be okay after seeing her.
The next weekend was closing of La Razon Blindada. It turns out that a father from Deb’s Colburn theatre class lives next door to another old theatre friend of ours; Don Llewellen, a retired USC professor for over 40 years. It turned out that Don was getting rid of some of his theatre books and wanted to donate them to 24th STreet. They’d arranged to come drop the books off on closing Sunday, before the show. It is always great to see Don, and he looked wonderful. We graciously accepted his gift of books, and caught up a bit before Don left. Then we turned our attention back to the empanadas of our closing reception and the final performance.
We closed the show and got back to the regular business of the theatre the next week with Don’s two boxes of books still sitting backstage. Debbie randomly grabbed a book from one of the boxes the other day. Diablogues by Roland Dubillard. It was a book of monologues. She became captivated by it and read three scenes. Then a piece of paper fell out of the book and onto the floor. It was a letter folded in half. From the Ambassade de France aux Etats – Unis to producers about this play. From the early 2000’s, in hopes of getting the show produced in America.
“The first-ever American production of these sketches opened in Los Angeles on June 8, 2001 at the Tiffany Theatre, directed by Florinel Fatulescu...”
“Wait, What?” Deb said aloud. She read it again. It was Florinel. They were talking about Florinel in this letter from more than 20 years ago. After Deb had just been to Florinel’s funeral. Was it a sign? From Florinel? Or from the Theatre Gods? Or just coincidence that she picked that particular book out of many? And that the letter fell out onto the backstage floor?
Deb told Florinel’s wife, Rodica, about this strange happening. Rodica said “If it was Florinel, he was telling us to keep laughing.”
Fantasmas del Teatro
En mayo perdimos a otro amigo del teatro de Los Ángeles: el director rumano Florinel Fatulescu. Deb y yo conocíamos a Florinel y a su esposa y socia Rodica desde hacía un par de décadas a través de nuestro amigo Alan Goodson, quien participó en una de las primeras obras del Teatro 24, La Música de Bahía Magdalena. Hemos compartido muchas comidas con Florinel y Rodica en casa de Alan a lo largo de estos años. Y hemos visto varias obras de Florinel.
Florinel era un experto en teatro del absurdo. Las obras de Europa del Este con elencos enormes eran su especialidad. Y las hacía funcionar con un inspirador teatro físico y clown. Y contaba con una vasta experiencia en esa parte del mundo donde el teatro se toma tan en serio. Era un tipo serio, hasta que lo conocías. Entonces podías ver el entusiasmo juvenil que se escondía tras su estoico porte de Europa del Este.
El funeral de Florinel fue en mayo, pero teníamos una función de fin de curso de nuestro programa ‘After ‘Cool’ (Después de la Escuela) esa tarde. Deb pensó que era importante ir al funeral de Florinel, así que me encargué de todo ese día y ella asistió. Me contó sobre la liberación de palomas y cómo todos se pusieron una nariz roja de payaso para honrar su maestría como payaso. Debbie quedó muy impresionada con la dulzura del evento.
Rodica nos sorprendió el fin de semana siguiente cuando vino a ver nuestro espectáculo, La Razón Blindada. Se veía fuerte. Fundamentalmente fuerte. Sabía que se recuperaría después de verla.
El fin de semana siguiente fue la clausura de La Razón Blindada. Resulta que un padre de la clase de teatro de Deb en Colburn vive al lado de otro viejo amigo nuestro del teatro: Don Llewellen, profesor jubilado de la USC con más de 40 años de experiencia. Resultó que Don se estaba deshaciendo de algunos de sus libros de teatro y quería donarlos al Teatro 24. Habían quedado en dejarlos el domingo de clausura, antes de la función. Siempre es un placer ver a Don, lucía estupendo. Aceptamos amablemente su regalo de libros y charlamos un rato antes de que Don se fuera. Luego volvimos a centrarnos en las empanadas de la recepción de clausura y la función final.
Cerramos la función y volvimos a la rutina del teatro la semana siguiente con las dos cajas de libros de Don aún guardados trás bambalinas. El otro día, Debbie tomó un libro de una de las cajas sin querer. Dialogues, de Roland Dubillard. Era un libro de monólogos. Quedó cautivada y leyó tres escenas. Entonces, un trozo de papel se cayó del libro al suelo. Era una carta doblada a la mitad de la Embajada de Francia en los Estados Unidos para los productores acerca de esta obra, de principios de la década del 2000, con la esperanza de que se produjera en Estados Unidos.
La primera producción estadounidense de estos ‘sketches’ (bocetos teatrales) se estrenó en Los Ángeles el 8 de junio de 2001 en el Teatro Tiffany, dirigida por Florinel Fatulescu...
"Un momento, ¿qué?", dijo Deb en voz alta. La leyó de nuevo. Era Florinel. Hablaban de Florinel en esta carta de hacía más de 20 años, después de que Deb recién acababa de asistir a su funeral. ¿Era una señal? ¿De Florinel? ¿O de los Dioses del Teatro? ¿O solo una coincidencia que eligiera ese libro en particular entre muchos? ¿Y que la carta cayera al suelo tras bambalinas?
Deb le contó a Rodica, la esposa de Florinel, este extraño suceso. Rodica dijo: "Si, era Florinel, nos estaba diciendo que siguiéramos riéndonos".